Inteligencia y entendimiento como fruto de la lucha de ambivalencias mentales

POR JOAN EGEA BARBER
13/08/2022

Inteligencia y entendimiento como fruto de la lucha de ambivalencias mentales

La segunda revolución industrial nació con las tecnologías electrónicas, que transformaron enormemente las formas de producción. Los circuitos circulares feedback sirvieron de base a muy distintos campos. Las industrias fueron necesitando cada vez más reguladores de temperatura y caudal; las telecomunicaciones requirieron circuitos que amplificasen exactamente las señales, la industria armamentística, estudios médicos y un sin fin de aplicaciones prácticas.

Los automatismos, incluido el humano, implican mecanismos de autorregulación y control (feedback) que en determinadas cuestiones se asemejan a la espontaneidad, e incluso puede incluir hasta la libertad de acción.

Este mecanismo de regulación tiene lugar no solo en la físico, biológico y mecánico, sino también en lo psicológico.

La Sistémica nos enseña que todos los sistemas de regulación dependen de unos mismos principios universales de funcionamiento. El común denominador son la interdependencia, interconexión o intercomunicación.

El estudio de estos mecanismos de control y comunicación dio lugar a una nueva ciencia: La Cibernética.

La Cibernética significa piloto o timonel, el arte de gobernar.

La electrónica trata de los circuitos eléctricos, en los que determinados componentes como la válvula electrónica, actúan a modo de llaves de paso, permiten o interceptan el paso del flujo de energía eléctrica entre dos electrodos separados por el vacío del éter.

El automatón se basa en un funcionamiento no lineal, por medio de procesos altamente sensibles a los flujos de entrada (inputs) que le llegan a través del tiempo, afectando sus condiciones iniciales de equilibrio dinámico.

Generalmente existen conductas no esperadas del Automatón, debido a que es capaz de tomar decisiones altamente sensibles a las condiciones iniciales y situaciones en que se producen, llegando a generar conductas caóticas, donde se alterna constantemente el orden y desorden.

Los sistemas de regulación del Automatón, a diferencia de las máquinas automáticas, lleva a cabo retroacciones que en vez restar o regular las diferencias respecto del comportamiento esperado, para así ajustar la conducta a su trayectoria (R-), actúa de forma totalmente opuesta desordenando el sistema.

El mecanismo de autorregulación del comportamiento humano es llevado a cabo mediante los desórdenes que generan las ambivalencias de nuestra mente, cuando tiende en contra de nuestro plan produciéndonos una especie de sensación de continuo caos a la hora de tomar decisiones importantes para nuestra trayectoria personal.

El libre albedrio implica que nuestras conductas futuras no se pueden anticipar a partir de sus patrones pasados. No somos sistemas deterministas. Siempre nos falta información inicial para determinar nuestro comportamiento.

La gran paradoja del Automatón, es que evoluciona permanente e irregularmente gracias a la autorregulación por medio de las ambivalencias (orden-desorden).

Desde esta especie de caos hace posible la vida y la inteligencia, puesto que los procesos del cerebro no son lineales, como tampoco lo son los demás sistemas complejos, ni su evolución.

El cerebro es un sistema inestable, pero, sin embargo, desde sus ambivalentes desordenes, conduce y logra nuevos órdenes en el Automatón. El corazón funciona como un sistema que posee pulsaciones arrítmicas, pues si fueran siempre rítmicas entrarían en una situación destructiva.

Las alternancias caóticas del corazón representan mecanismos de regulación que nos sirven para regular la vida, así como las alternancias ambivalentes del cerebro nos aportan la inteligencia.

Las incomodidades y obstáculos son complementarios e imprescindibles para la manifestación de nuestros deseos, es desde su aparente inestabilidad donde se encuentra la fuerza más elevada de armonía.

La representación del equilibrio dinámico de la onda senoidal nos debe llevar a percibir los ciclos armoniosos de nuestra naturaleza.

La planta, fiel a los instintos naturales, no se opone a las leyes de su crecimiento, y su dolor queda reducido a la mera incomodidad, una incomodidad que incluso le puede proporcionar una cierta sensación de placer. Porque el placer y el dolor no están separados.

Observar el amanecer, la noche o el atardecer o el crecimiento de las plantas, dejándonos impresionar por esa vibración transmitida, alejada del esfuerzo y del dolor.

La onda senoidal con sus subidas y bajadas es la onda de la ambivalencia, de los estados de ánimo en el que coexisten permanentemente dos estados de ánimo diferentes. Representados por las fuerzas espirituales y las fuerzas mentales, de nuestra libertad y de nuestras ataduras, de nuestro interior y exterior, que nos conducen a diferentes posibilidades de interpretación generadoras de tensiones y de crisis.

Es a través de este aparente desequilibrio y caos que descubrimos la armonía.

Si damos la espalda a las naturales presiones de las fases del ciclo natural, no lo completaremos, perdiendo la posibilidad de manifestar los frutos y resultados que llevaba asociados.

El “muelle” siempre nos presiona allí donde más nos duele. Para que podamos desplegarnos, crecer, desarrollarnos y dar frutos. Es a través de la presión del muelle que se generan las más potentes energías espirituales que van siempre de la mano de nuevos aprendizajes.

El Teleautomatón, en muchas ocasiones, ofrece resistencia a cada paso del crecimiento, a recorrer todos los tramos de la onda senoidal, y de esta forma prolonga e intensifica su dolor.

Es desde nuestra continua ambivalencia, que nos sentimos tristes y destruidos mientras estamos aprendiendo, en este proceso de acercamiento a nuestro ser espiritual de alegría y creación.

Es posible y deseable un espacio de complementariedad en el que fluyan nuestras ambivalencias, nuestras personalidades opuestas: inteligente-limitado, correcto-incorrecto, introvertido-extrovertido, etc.

Algunas espiritualidades enseñan que antes de encarnarnos en la actual vida, hemos vivido en otro lugar usando cuerpos que estaban a un nivel inferior al actual, y que las experiencias de la vida presente nos preparan para vidas en niveles o planos superiores.

La realidad es que el Universo es grande, nuestro mundo muy pequeño y el ser humano es una manifestación del Espíritu en una etapa particular de desarrollo.

El plan armonioso de vida se nos va revelando conforme vamos adquiriendo entendimiento espiritual y capacidad para comprenderlo y este entendimiento es fruto de la lucha en nuestras ambivalencias.

Cuando somos conscientes de nuestro propósito y plan de vida, no importa demasiado el trayecto recorrido antes de llegar a este nuevo nivel, quitamos importancia a todos esos hechos y realidades pasados o futuros.

La verdadera filosofía consiste en ser consciente que existe un Éter común que posee la capacidad de considerarlo todo, y que, con sus líneas de fuerza, en cada instante nos ofrece la energía para manifestar nuestros mejores frutos en sintonía con nuestro plan armonioso.

El tiempo y el espacio en el universo es muy grande, pero la mejor época y lugar para mi es el de este momento. Sentimos que cada momento es ahora y lo vivimos, no nos preocupamos por lo que nos espera, porque sea lo que sea es bueno. Consciente de este saber uno vive alegre y contento, disfrutando del juego de la vida.

Este artículo se corresponde con uno de los capítulos del curso Teleautomatón, si te ha parecido interesante puedes ampliar información en el enlace de la parte inferior.

Joan Egea Barber.

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